martes, 30 de mayo de 2017

De Oliván a Ainielle. La lluvia amarilla.

Fecha:  29 de Enero de 2.017.

Accesos: Desde Sabiñánigo tomar la carretera dirección Formigal. Antes de llegar a Biescas, un desvío nos indica señalización a Oliván. Seguir la carretera y aparcar junto a la Iglesia.

Horarios:  El retorno es algo diferente de la ida. Ver plano adjunto.
                   00:00 h. Salida desde Oliván
                   01:10 h. Berbusa.
                   02:45 h. Ainielle
                   03:45 h. Berbusa
                   05:00 h. Oliván.

Desniveles: Unos 650 metros acumulados en ascenso y en descenso según la ruta propuesta.

Dificultad: Sencillo recorrido que puede resultar algo largo. Al movernos por fondo de valle, encontramos pocos panoramas. Es un viaje al pasado.

"La marcha de los de Casa Juan Francisco fue el comienzo tan sólo de una larga e interminable despedida, el inicio de un éxodo imparable que, dentro de muy poco, mi propia muerte convertirá en definitivo. Lentamente, al principio, y, luego ya, prácticamente en desbandada, los vecinos de Ainielle-como los de tantos otros pueblos de todo el Pirineo- cargaron en sus carros las cosas que pudieron, cerraron para siempre las puertas de sus casas y se alejaron en silencio por los senderos y caminos que van a tierra baja. Parecía como si un extraño viento hubiese atravesado de repente estas montañas provocando una tormenta en cada corazón y en cada casa. Como si un día, de pronto, las gentes hubieran levantado sus cabezas de la tierra, después de tantos siglos, y hubieran descubierto la miseria en que vivían y la posibilidad de remediarla en otra parte. Nadie volvió jamás. Nadie volvió siquiera para llevarse alguna de las cosas que aquí se habían quedado. Y. así, poco a poco, igual que muchos pueblos del contorno, Ainielle fue quedándose solitario y vacío para siempre"
JULIO LLAMAZARES "La Lluvia amarilla".

Haré esta ruta casi de puntillas. He leído varias veces "La Lluvia amarilla" y algunos de sus pasajes , aunque sean novelados, conmueven.

Parto desde Oliván, la población que abre el Valle de Ainielle al del Gállego. Es todavía oscuro, lo que aumenta la sensación de  melancolía.


Hoy, las nuevas pistas nos permiten recorrer lo que hace sesenta años sólo era posible por las sendas y caminos tradicionales que comunicaban estos pueblos.

Represa que Andrés "el último de Ainielle", no conoció nunca.

Sigo la pista por la margen izquierda del barranco, con el deseo de encontrar pronto el desvío que me llevará a los pueblos de la "Lluvia amarilla".

Pronto aparece la nieve, esa nieve que metía a los habitantes de estos pueblos en casa durante días o semanas en aquellos duros inviernos que hoy casi ni conocemos.


No hay pérdida. Las señales marcan Ainielle.


Un desvío nos permitirá pasar al otro lado del barranco ya muy próximos a Berbusa. Estamos a comienzos del invierno. La nieve ya se deja ver en este territorio.

"Aquel otoño fue mucho más fugaz que de costumbre. Todavía en Octubre, el horizonte se fundió con las montañas y, pocos días después llegó el viento de Francia. Durante varios días, por la ventana de la cuadra, Sabina y yo le vimos recorrer los campos solitarios, inclinar a su paso las cercas de los huertos y las empalizadas, arrancar con crueldad las hojas de los chopos antes aún de que amarillearan".

Llegaremos a Berbusa. Antes debemos cruzar el barranco que hoy está amansado por las escasas lluvias.   

Cruzaremos el barranco a la orilla opuesta. Si baja fuerte, podremos tener algún problema, pero hoy no es el caso.

De inmediato nos encontraremos con los muros de los campos de Berbusa.


Y su abandono y ruina total.

Pasaremos en silencio, pues los muros y sus piedras parecen hablar.

Y contar lo que seguramente no entenderíamos.


Los mismos sonidos que escucharíamos en los diversos pueblos de montaña que a mitad del siglo pasado quedaron abandonados físicamente pero no en la memoria de sus habitantes.





"Pasé la primavera trabajando en los bancales y en el huerto y arreglando los destrozos que en la casa había causado aquel último invierno. El viento había arrancado la puerta de la cuadra y destrozado algunas losas......, Entonces, todavía, no podía o no quería darme cuenta. Pero ahora sé muy bien que todo aquello era una simple forma de ocupar el día en lo que fuera, una manera de mentirle al cielo y a mi mismo para tratar de no pensar , para tratar de no volverme loco antes de tiempo." 


El camino hacia Ainielle continúa claro entre los muros trabajados durante años por los habitantes del valle.


La temporada cubre de nieve el camino.

Un camino que sigue bien señalizado. En otros tiempos, los habitantes del valle no precisarían de ellos pues los senderos y caminos se conocían de memoria.


También se arreglaban y trabajaban. A estos pueblos no llegaban las ayudas y la Comunidad vecinal se encargaba de mantener sus propias vías de comunicación.

La presencia de nuevos muros de bancales, me indican que debo estar ya próximo a Ainielle.

Y al otro lado del barranco intuyo los caídos muros de sus casas.

Llego entre la nieve.


Y, de nuevo, en silencio recorro sus ruinas.

Intento imaginar cual podría ser la casa de Andrés, el último de Ainielle.


"Lentamente, sin que apenas pudiera darme cuenta, la herrumbre comenzó su avance indestructible. Poco a poco las calles se llenaron de zarzas y ortigas, las fuentes desbordaron sus cauces primitivos, las bordas sucumbieron bajo el peso del silencio y de la nieve y las primeras grietas empezaron a asomar en las paredes y en los techos de las casas más antiguas,....... y, así, en apenas unos años, Ainielle fue quedando convertido  en el terrible y desolado cementerio que ahora, todavía, puedo ver a través de la ventana."






Tocaba ya retirarme volviendo sobre mis pasos en dirección a Berbusa.


Por los mismos caminos y veredas. Con la Peña Oturia al Sur.



Con tranquilidad y en templada mañana, llego de nuevo a Berbusa,


Y a la salida en un cruce, tomo dirección a Olivan por sendero marcado.



Al otro lado del barranco Susín, otro despoblado. Su última habitante falleció hace pocos años. La iglesia de Susín merece una visita.

Esta ruta de vuelta es ahora distinta a la de subida. En blanco la localidad de Oliván y en amarillo la ruta de subida. Este sendero que ahora sigo es algo agreste, pues obliga a una incómodo ascenso de unos 150 metros de desnivel para salvar una enorme morrena glaciar.


Después la bajada hasta Oliván se hace rápida.

La iglesia de San Martín de Oliván S.XII.

Recorrido algo largo que hago con el recuerdo del libro leído. Pueblos abandonados como los de esta ruta se pueden encontrar diseminados por todo el Pirineo y Prepirineo.

Los textos en cursiva corresponden al libro mencionado de Julio Llamazares. "La lluvia amarilla".